Verás,
Me encanta la gente extrovertida, los que no tienen vergüenza. Y en ciertos momentos me gustaría tener parte de esa actitud.
Yo, por el contrario, según que situación, me produce incomodidad. No solo la propia. También soy experto en vergüenza ajena.
Por ejemplo,
El otro día por la calle vi a un chaval con una gorra enorme, de esas que tienen toda la parte de atrás con rejilla, puesta a medias y de lado. Se le veía media cabeza fuera y la luz pasaba a través de la gorra dando una sensación de cabezacono interesante.
(por si no la habéis visto, ver “Los cabezaconos”, película absurda que es muy entretenida)
Me dio un poco de vergüencita (así en diminutivo)
Parecía que estaba esperando que una cigüeña entrase a montar un nido ahí dentro.
Entiéndeme bien,
No estoy en contra de que la gente vaya como quiera. Personalmente cada uno debería poder vestirse como le salga de los genitales, pero mira…
Pensé, “¿para qué coño lleva una gorra para ponérsela así?”
Respeto que cada generación quiera expresarse a través de su manera de vestir y sus tendencias. Hace años la gente llevaba los tejanos por debajo de los mofletes del culo. Aún no entiendo como conseguían andar.
Y años atrás….
Mejor me voy a callar, que recuerdo siendo pequeño, yo salía a la calle con chándal y zapatos. Así que la vergüenza empieza y acaba en mí.
Lo que está claro es que, en entrenamiento y salud, las modas no son buenas consejeras.
Busca siempre fuentes fiables, no te dejes llevar por las tendencias y rígete por las novedades que nos aporta la ciencia.
Alex Funes,