¿Recuerdas cuándo fue la última vez que reíste como nunca?
Pero no de un chiste, no.
De esas que te duele la barriga.
Que tienes la risa contagiosa, la floja, la de reír sin saber por qué. Por nada, por todo, por algo o con alguien.
Puede ser esa escena de una película que te has puesto ya 100 veces.
O puede que sea esa cadena de chistes malos que te cuenta un tipo serio, sin expresión alguna, pero con estilo.
¿Sabes por qué recuerdas todo eso?
Porque generó una emoción en ti. Te marcó de la manera más eficaz para un ser humano.
El dolor, la alegría, la euforia, el enfado, el asco, el miedo, estás programado para identificarlos y recordarlos.
Nadie recuerda una tarde en un banco comiendo pipas y esperando a que tu madre acabe de hacer la compra.
No vas a recordar los minutos perdidos en un viaje en metro, contando constantemente el número de paradas restantes.
No estás programado para grabar en tu cerebro una tarde de sofá mirando el móvil.
Sí que lo estás para recordar esa salida nocturna con tus amigos, en la que tuvisteis que escapar de 4 matones de discoteca.
Recordarás los últimos 3 segundos viendo como el balón volaba por el aire, antes de entrar en la canasta.
Pero también recordarás la cagada enorme que te perseguirá durante toda tu vida, el no haberte atrevido a besar a alguien o aquella situación que no te atreviste a enfrentar.
Hace tiempo, en una charla TED, explicaban la teoría de por qué la memoria solamente sirve para aquello que te pone en movimiento. Es decir, todo lo que no te sirve para tomar acción lo olvidas.
No te sirve.
No es útil.
Tiene sentido.
De ahí la importancia del movimiento y la salud.
Lo que no se mueve, tiene tendencia a morir. En el olvido, o literalmente.
Por mi parte, jamás olvidaré las cosas importantes que me han traído hasta lo que soy ahora.
La clave para recuperarte de una lesión está en el movimiento. En el entrenamiento de fuerza. La gran mayoría de problemas se arreglan de esta manera.
Puedes empezar con algunos consejos que encontrarás en esta lista.
Aquí debajo.